domingo, 2 de octubre de 2016

El Medi.

A penas se notan las mareas, en el mediterráneo el agua está mas salada de lo normal y las marejadas son muy cortas.
Eso es lo único que sabía antes de mudarme a Barcelona en 2013.

Viví allí una temporada, en la que aprendí muchas cosas. Sobre todo aprendí a tomarme el surfing de una manera diferente y a descubrir sentimientos que no había sentido en mis 15 años surfeando en el Cantábrico.

Fui con muchas ganas, con motivación e intención de surfear todo lo que pudiese,  porque como bien me dijo mi amigo Joli, ser surfista en el mediterráneo no es nada fácil, este mar no está hecho para impacientes ni para gente negativa con mala leche.
Si eres así y vives en el medi.. olvídate del surf, ni lo intentes. Mejor dedícate a patinar por la Barceloneta con un longboard.

Me sorprendió mucho la de tiendas y escuelas de surf que hay en Barcelona, no me lo imaginaba así. Vi mucho postureo en la orilla, pero rápido reconocí a la gente real. La gente que siente el surf de verdad y lleva tiempo en esto. A esos que no les importa ni el tamaño ni la lluvia, esos locos de los partes, optimistas y pacientes.
Gente a la que no le importa surfear mejor o peor, ellos son felices simplemente pudiendo entrar al agua. Siempre están con la sonrisa en la cara, esperando que venga la serie y acudiendo día tras día a su cita con el mar.
Hay que confiar, lo que tu das al mar, el mar te lo va a devolver.

El tiempo que estuve allí me enseñó a no desaprovechar nada de lo que nos regala Neptuno. Ya sean olas grandes, medianas o pequeñas, mares de viento o mares de fondo con viento terral, todo vale.

Este finde he vuelto a surfear el medi, he vuelto a reencontrarme con mis compañeros en el agua y hemos vuelto a disfrutar juntos de las olas.

No eran olas perfectas, ni mucho menos, pero eso no importa.

Joli y Laura en Ajo.
Agosto 2016.

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